El evento, realizado por BSCA – Brazilian Specialty Coffee Association, ocurrió el último fin de semana (del 26 al 28) en el Jockey Club, al lado de la Casa Camolese, mezcla de restaurante, bar, cervecería artesanal, alta mosaico de cocteles, club de jazz y café.
Contó con 24 participantes de diferentes lugares de Brasil. Los baristas tenían 15 minutos cada uno para preparar cuatro expresos, cuatro bebidas con leche evaporizada y cuatro drinks originales a base de café. Todas las bebidas eran preparadas en dos máquinas Nuova Simonelli, la misma que es usada en las competencias internacionales.
Las bebidas eran, entonces, servidas a los jueces sensoriales y técnicos, un equipo supervisado por el noruego residente en Austria, John Stubberud (juez certificado y representante de la organización World Coffee Events-WCE), y tuvo como jueces principales a Luiz Salomão (representante de BUNN en Brasil) y José Renato Figueiredo (barista, tostador y productor, de São Sebastião de Paraíso-MG). Contó también con la presencia de los jurados internacionales Sabine Parrish, Antropóloga de la Universidad de Oxford que estudia el consumo de café en la ciudad de São Paulo, y Luke Adams, de Standart Magazine.
La etapa clasificatoria fu ele viernes (26/8) y sábado (27/8), definió a los seis finalistas que disputaron la gran final el domingo. Los seis mejores fueron: Lucas Salomão – Pasquali Máquinas; João Augusto Michalski – Café du Coin; Franciele Gomes – Independiente, Andre Martinelli – Baden Torrefação; Fernando Santana – Empresa Baristando y Thiago Sabino, do Il Barista.
El ganador de la gran final fue Thiago Sabino, que ganó su segundo título (el primero fue conquistado en el 14º campeonato). Vea las entrevistas de Thiago para el Grão Especial (colocar el enlace aquí). El segundo lugar fue para el barista João Augusto Michalski y, el tercero, André Martinelli.
El título garantizó a Thiago una oportunidad de representar a Brasil en el campeonato mundial, el World Barista Championship, que será en Amsterdã, en Holanda, entre el 20 y 23 de junio, durante la feria World of Coffee.
Nuestras impresiones del 17o. Campeonato Brasileño de Barista
Y la competencia realizada el último fin de semana en Rio de Janeiro, en una tienda improvisada dentro del Jockey Club, al lado de la Casa Camolese, a propósito, un bello lugar, una vez más quedó comprobado que la forma de ser brasileña no lleva a ningún lugar.
El mundo de los cafés especiales está cada vez más sofisticado y profesional. Los calendarios de las competencias y eventos son cerrados con más de un año de anticipación. Los patrocinadores pueden planificar, el barista tiene tiempo de sobra para entrenar, elegir su café y dar lo mejor de sí.
El público es informado e invitado a participar, sabiendo que, en la mayoría de los países, simultáneamente al campeonato, sucede una gran feria de productos y servicios relacionados.
Pero no fu lo que vimos en Rio de Janeiro. Para comenzar, el Campeonato Brasileño de Baristas de 2017 fue realizado en octubre, en São Lourenço da Serra. Su ganador, Léo Moço, estuvo en su puesto por solo dos meses.
Nosotros podemos entender que este puede ser un esfuerzo para igualar el calendario nacional con el internacional. ¿Pero no habría sido mejor, entonces, renunciar de participar en el mundial 2018, para entrar al del 2019 con todo bien?
Infraestructura precaria
Tratándose de infraestructura, el evento de este año dejó mucho que desear: usar tiendas en Rio de Janeiro en pleno verano nunca es una buena idea. En primer día, por la mañana, llovió mucho, que mojó más adentro que afuera, atrasando el proceso de los trabajos. En segundo día, el generador fue desconectado puntualmente a las 17h00. Y el anuncio de los finalistas tuvo que ser hecho a los gritos, literalmente, y sin cualquier tipo de iluminación.
El tercer día, el segundo participante fue interrumpido por carro de sonido del bloque de carnaval que cerró hasta las 14h00 el acceso principal al evento. Y un gap muy grande entre un finalista y otro hizo con que las presentaciones se aplazaran a lo largo del día, de forma desagradable.
Para el público que estaba de entretenimiento o de trabajo, un enorme desafío. No había tomadas para cargar los celulares y computadoras, dificultando, principalmente, el trabajo de la prensa. Para beber un agua, era necesario gastar R$ 7,00 en el restaurante del costado. Baño químico, o podía depender de la voluntad del personal del restaurante. Café, entonces, nadie consiguió probar en los días de la eliminatoria. En la final, los baristas Léo Moço y Lucas Salomão sirvieron algunos expresos al público, por un corto período.
Con la falta de difusión del evento para el público en general, que no sabe que el café especial existe, lo que se vio fue más de lo mismo: el club cerrado de los aficionados al café especial, que se conocen entre sí. Y los familiares de los participantes. Gran oportunidad pérdida para acercar el universo de los cafés especiales al público laico, del segundo mayor mercado consumidor del mundo. ¡Qué no es poca cosa!
Pero lo peor es que la estructura perjudicó enormemente a los participantes, que fueron para mostrar toda su capacidad. El calor y la humedad del lugar molestaron enormemente el trabajo de los baristas.
El destaque positivo queda para los participantes, para el cuerpo de jurados y para el maestro de ceremonias, que condujo el evento de forma elegante, así mismo con los tobillos hinchados, fruto del ataque de los tábanos.