Emprendedora del Pantanal tiene éxito con sus chocolates Bean to Bar hechos con inclusiones de frutas como baru, pequi, jatobá, bocaíuva y aguavira

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Beatriz Branco creó Angi Chocolates del Pantanal en el 2017 y surfea la ola del aumento del flujo turístico de la región pantanera para incrementar las ventas de los chocolates artesanales

Beatriz Branco lleva en su ADN la marca del Pantanal, ella que es apasionada hasta la raíz de sus cabellos por la flora, fauna y culturas locales. Se mudó de la capital del estado con su familia para el interior, para la ciudad de Coxim, cuando aún era niña. El río Taquari era su patio, y la pasión por la producción de alimentos la heredó de su papá, él mismo un hacendado productor de leche y alimentos, en la hacienda São Gabriel D’Oeste. “En el fondo de la casa, en la sede de la propiedad, mi papá colocó una puerta que estaba siempre cerrada para evitar la presencia de los jaguares. La salida daba para una playita, donde pasé muchos años felices de mi infancia”, recuerda nostálgica.

Beatriz fue a vivir en Campo Grande para cursar la enseñanza media y, después, se mudó para San Pablo para hacer la facultad de diseño de productos en el Instituto Europeo de Diseño. Después, Brasil le quedó pequeño y decidió explorar Europa, fue para Barcelona y Milán a continuar los estudios. En Italia, estudió diseño sostenible, hizo formación en “comunity member”, conoció el movimiento Slow Food, se volvió adepta, se interesó por el chocolate bean to bar cuando vio por primera vez en un supermercado francés los chocolates brasileños de Amma.

Pero la nostalgia fue más fuerte, quiso volver para Brasil y aplicar todo ese conocimiento adquirido en la práctica, para ayudar de alguna forma los pantaneros que comenzaban a producir productos y servicios dirigidos para su comunidad.

“Cuando volví, monté una empresa en colaboración con el Sebrae, para dar consultoría para otras empresas. Mi papá me convenció a participar, en septiembre del 2017, del Empretec, promovido por el propio Sebrae. El primer día de clases tuve un gran desafío: crear una marca ficticia. Fue así que cree Angi, la marca de chocolates del Pantanal”, cuenta.

Como resultado, vendió 317 unidades de un chocolate que no existía en el mundo real. Como nunca había hecho chocolates antes, investigó en Youtube, creó un mockup (modelo en escala o de tamaño real de un proyecto), y se dispuso a producir los chocolates solo para esas personas que lo habían comprado por el Instagram y Facebook de la marca, creado exclusivamente para el curso.

Pero funcionó tanto que el personal del Sebrae la convenció a hacer un plan de negocios, la prensa local se interesó por la creación del chocolate, fue un verdadero alborozo. Mientras tanto, tomó conocimiento de un edicto de una incubadora de negocios en Campo Grande y decidió inscribirse. Salió otro edicto de aporte financiero y, en ambos, fui aprobada. En la semana siguiente, comenzó a estudiar seriamente sobre chocolates, los diversos tipos de cacao, mapear las comunidades locales, en fin, poner las manos en la masa.

“Cuando monté la marca ficticia Angi, algunas marcas de chocolates Bean to bar de otras regiones de Brasil comenzaron a seguir a Angi en Instagram y Facebook. ¡Fue una locura! Fui para San Pablo a hacer un curso de chocolates bean to bar de tres días, con Arcélia Galhardo, de Mission Chocolate (ver artículo aquí) y Rogério Kamei, de Mestiço”, explica. Recibió consejos valiosos, pero aún era poco.

Se inscribió en el curso de formación profesional en Castelli Escuela de Chocolatería @castelliescolachocolataria, en Canela, RS, que fue esencial para su desarrollo profesional. E, incluso mientras mejoraba en sus estudios, continuó haciendo su chocolate que, hasta aquel momento, según ella misma, era malo.

“El curso en Castelli fue importante para afinar las técnicas y aprender a reconocer la calidad del cacao”, expresó

“El hecho es que necesitaba entrar en la incubadora entendiendo un poco más del proceso de fabricación de chocolate y lo que necesitaría en términos de equipo. Monté el espacio en la incubadora, una cocina de 50 metros cuadrados, con contrato por dos años. Allá, tenía a mi disposición una ingeniera técnica y una nutricionista. Compraba mucho chocolate, lo probaba, vendía online en el Instagram y Facebook ficticios, que acabaron convirtiéndose en canales de ventas e, incluso con un chocolate aún malo, la marca ya estaba rodando. Y yo intentando entender el tostado, producir la mantequilla de cacao, y con el desafío de estandarizar la producción. Era todo muy difícil, no tenía a nadie para intercambiar experiencias, si una máquina se rompía, tenía que arreglarla yo misma”, recuerda.

Con un aporte de R$ 85 mil del segundo edicto, logró montar todo el proyecto de Angi, comprar la maquinaria, la melanger, el horno para poder aprender a hacer el tostado de la semilla del cacao visitó algunas fábricas de bean to bar como la de Luísa Abram (ver artículo aquí), de Baiani, de Juliana Aquino (ver artículo aquí), entre otras.

Y fue a viajar por el Pantanal en carro, se conectó con el movimiento Slow Food de la región, se reunió con ECOA, www.ecoa.org.br, que actúa en la región hace más de 32 años. “Ellos me ayudaron a acceder a las comunidades costeras de difícil acceso, la mayoría de ellas lideradas por mujeres agricultoras, que trabajan en asentamientos del MTST con el beneficio de frutos nativos. Fui al campo a entender mejor el proceso de cultivo, cómo recogen, cómo producen, de las frutas locales como el pequi, la bocaiúva, el jatobá, entre otras. Cuando volví, ya tenía los frutos que necesitaba para hacer las inclusiones en los chocolates”, recuerda.

Comenzó a participar de eventos junto con la Fundación de la Cultura y, en esas ocasiones, montaba un pequeño stand de Angi y viajaba para las ciudades de Corumbá, Bonito, Maracaé, las más turísticas y pasó a llamar mucho la atención por sus productos exóticos.

En esa época, viajó para San Pablo para participar del Chocolate Festival en San Pablo, en el 2018, y, en el primer día del evento, acabó siendo protagonista de un reportaje del noticiero SPTV, de Globo, donde el reportero probó una barra en vivo e hizo comentarios elogiosos. Al día siguiente, el stand se llenó y vendió las 650 barras que había llevado para la feria. A partir de ese momento, ¡la suerte de Angi ya estaba establecida!

El nombre de la marca Angi, viene del árbol característico del Pantanal, el angico blanco, uno de los preferidos de Beatriz.

Los embalajes

Los primeros embalajes de la marca reproducían las texturas de algunos árboles del Pantanal. “Yo tiraba fotos de los árboles que más me gustaban y que eran los más característicos. Pero, durante una consultoría en el Sebrae, un especialista sugirió que adoptase en los embalajes ilustraciones de los animales del Pantanal, como el jaguar, la capibara, el tuyuyú, el mono capuchino y el tucán, por ejemplo”, cuenta.

Angi Chocolates
Angi aprovechó un nicho de mercado, el del turismo, para crecer. Actualmente, produce chocolates también para el mercado hotelero y el de eventos corporativos.

Es que, de acuerdo con diversos estudios de marketing, el consumidor se identifica mucho más con los productos que poseen en sus embalajes la asociación con algún animal. La idea también era conseguir insertar los chocolates en el sector turístico y aumentar la facturación. “Fue un verdadero divisor de aguas para Angi”, recuerda.

Poco a poco, la marca Angi entró en los restaurantes, en los resorts, en los hoteles y en las tiendas de souvenirs. Y la propia tienda de fábrica se convirtió en un nuevo punto turístico, gracias a su cercanía con el Parque de las Naciones Indígenas,  atracción obligatoria de los turistas que visitan la ciudad. Actualmente, Angi está presente en 73 puntos de venta en todo el estado y acaba de recibir la certificación orgánica, haciendo de ella la primera marca de Mato Grosso do Sul a recibir la certificación.

Angi Chocolates
En la tienda de fábrica, la chocolatier promueve degustaciones para los turistas brasileños y muchos extranjeros de países como Suiza, Inglaterra, Alemania, EE.UU., Chile, Colombia, etc.

Cacao del Pantanal

Además del cacao pantanero producido de forma orgánica por la Comunidad Dois Riachões, indicada por el movimiento Slow Food, la marca también utiliza el cacao de la región del sur de Bahía. “Hice un viaje por toda Bahía y por los demás estados productores de cacao como Espírito Santo para realmente conocer el cacao y sus matices. En Bahía, visité varios productores, hasta llegar al Grupo Cantagalo, responsable de 13 haciendas de cacao. Todo eso para probar mucha materia prima, para comer la semilla sin tostar, entender, oler. Allá conocí varias comunidades tradicionales que trabajan con cacao, personas que están siendo valorizadas y que son descendientes de esclavos, que también trabajaban con el cacao, pero nunca tuvieron la oportunidad de probar un chocolate en la vida. ¡Y esa dignidad está siendo rescatada!

Volví para Mato Grosso do Sul decidida a plantar cacao dentro de la comunidad indígena Cachoeirinha, cuyos indios, los Terena, son tradicionalmente agricultores del sistema forestal, o sea, ellos plantan sin destruir el bosque, sino en consorcio con este. El cacao es plantado junto con otros árboles altos como la aroeira, haciendo también un cacao sombreado, con buena irrigación, que propicia un óptimo desarrollo de los frutos. Desgraciadamente, los incendios de los últimos dos años en el Pantanal impactaron mucho la productividad, pero continuamos firmes y fuertes con ese bonito proyecto”, explica.

Después de dos años en la Incubadora, Angi está lista para cambiar de espacio nuevamente. Acaba de alquilar una grande nave que abrigará toda la línea de producción y una nueva tienda. Su producción actual es de media tonelada por mes de chocolate.

Angi Chocolates
El antiguo espacio con los cuatro containers continuará abrigando una tienda de fábrica, los otros tres serán ocupados por una cafetería de cafés especiales de una mini tostadora, con pan de fermentación natural, cervezas de fermentación natural Angi y una cafetería petfriendly. Todo eso en medio a mucho verde y a una feria que ocurre dos veces por mes.

Línea de productos de Angi

Angi produce chocolate de siete gramos, 30 gramos, 80 gramos, medio kilo, un kilo y 10 kilos, de 50% cacao hasta 100% cacao. Sus barras son de puro cacao o infusionadas con guavira, baru, jatobá, bocaiúva, chocolate blanco y blanco con nibis. También producen té de cacao, cacao en polvo, nibs, harina de bocaíuva enriquecida con cacao y la especia de guavira, conocida como la granola del Pantanal. Todos sus chocolates son orgánicos y veganos.

Angi Chocolates

 “Nuestro espacio es un lugar donde todas las tribus son bienvenidas, es un espacio para ayudar en el desarrollo de la economía local”.

“Mi chocolate mejoró mucho, porque yo mejoré. Yo no sabía tostar bien, mi chocolate no tenía snap, era granuloso, sentía una astringencia muy grande. Eso sin hablar del retrogusto. Hoy en día, amo mi chocolate, lo como todos los días y a mis clientes también les gusta mucho. Recibo el feedback rápidamente por las redes sociales. Para llegar a este nivel, no es solo una cuestión de receta, hay que tener mucho feeling, conocer el cacao, aprender a sacar lo mejor de este. Hacer chocolate es un eterno proceso de mejoría. Y te garantizo: ¡¡el chocolate del Pantanal es muy bueno!!

Angi Chocolates del Pantanal

Rua Yolanda Giordano, 149, Campo Grande, Mato Grosso do Sul
Site: www.angichocolates.com
Instagram: @angichocolates

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