En 2001, ganó como mejor café de Brasil, con una puntuación de 97,53. Hasta hoy, nadie repitió el hecho
El Equipo de Grano Especial volvió al a calle, esta vez para visitar la Hacienda Santa Terezinha, en Paraisópolis, Minas Gerais. Hablar que Paulo Sérgio de Almeida, Paulinho, es simpático, es pleonasmo. Él es sinónimo de gente feliz y batalladora.
Intenta salir de allá sin probar el dulce de naranja preparado por la esposa, o el queso blanco hecho por el hermano para ver lo que ¡sucede! Imposible. ¡Pero vamos a los cafés!
La hacienda tiene más de 100 años, posee 90 hectáreas, siendo 20 dedicados a los cafés, plantados a una altitud promedio de 1000 metros. Los cafés especiales producidos aquí son orgánicos, y la cosecha es toda manual y selectiva. Las variedades son Mundo Novo, Catuaí Vermelho, Catucaí Amarelo y Bourbon Vermelho. “Mi padre abandonó la producción del café para cuidar solo del ganado. Yo traje la cosecha del café de vuelta y hoy tenemos también porcinocultura, pitaya, frejol, yuca y unas cabezas de ganado”, cuenta orgulloso. Y todo que lo genera residuos es aprovechado en forma de compostaje.
Por ser una cosecha manual, emplean más gente que el promedio de las propiedades del mismo tamaño. Son cerca de 14 colaboradores fijos que aumentan a 30 en la época de la cosecha.
Paulinho explica todo entusiasmado: “trabajamos con el café natural, pelado, fermentado natural y despulpado. El café recién cosechado pasa por el proceso de pelado, siendo, luego, colocado en terrero suspendido y cubierto, donde permanece hasta el secado completo”.
Los granos de café son guardados en los graneros, donde ellos poseen el 100 % de rastreo y son identificados todos los días con informaciones sobre de que parcela son, el día en que fueron recogidos, su método de secado, cual es el tipo de grano, separado en maduro, suelo, flotador, verde y verde cana, el día en que fue guardado, su nivel de humedad, su lote, finalmente.
Paulinho también consigue hacer un café sombreado debido a la geografía del local. “Tal vez el café más famoso que tenga aquí sea el Guatambu (la cosecha tiene este nombre por el árbol de Guatambu que existe en el local). Fue con este café que gane, en 2001, el Cup of Excelence como mejor café de Brasil, con una puntuación de 97,53.” Por diversos motivos, no participo más del Cup pero este año la historia va ser diferente. “Estoy muy confiado en la calidad del café y resolví participar nuevamente. “Estoy ansioso”, cuenta.
Por la importancia del premio, Paulinho ya fue invitado para dar conferencias en diversos países productores como México, Nicaragua, Perú y Costa Rica. Dice que consiguió llevar para allá diversas técnicas nuevas como el compostaje y el método de secar el grano de un formato de volcán.
La elección por el café especial orgánico
Paulinho trabajó durante 10 años en una extensión rural, en una ciudad vecina, Pedral, dando consultoría para todo tipo de productor rural. Por cuenta de eso, trabajaba mucho con agrotóxicos colocados en las plantaciones de tomate, plátano, etc. En 1994, perdió un riñón el médico, en la época, lo atribuyó al contacto excesivo con los defensivos agrícolas. “Sólo sobreviví gracias a la donación de un riñón de mi hermano. Por cuenta de eso, nunca use veneno en la hacienda, solamente un poco de abono”, cuenta.
Hoy, la hacienda vende sus cafés orgánicos especiales principalmente para Japón y Estados Unidos. “Estoy esperando ansioso la visita de mi comprador japonés que todo año viene a Brasil para comprar microlotes. Paulinho garantiza: “ellos vienen y visitan varias haciendas pero siempre, primero la mía”. Por la simpatía y calidad de los cafés especiales que cultiva no es difícil saber por qué.
Hace dos años, sus hijos resolvieron instalar una microcervecera, artesanal, Zalaz, www.zalaz.com.br en una parte de la hacienda. Para la fabricación de la cerveza, utilizan diversos productos cultivados por allí, inclusive el café.